Presidente de la Corte Suprema: “Una infancia feliz no sólo es un derecho, es también condición para contar con ciudadanos adultos íntegros”

A días de conmemorarse el “Día Mundial de la Infancia” el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Juan Eduardo Fuentes Belmar, se refirió a los mandatos de contenido jurídico que tienen como objetivo resguardar los derechos de niños, niñas y adolescentes.
En su discurso -pronunciado con motivo de una nueva ceremonia en que prestaron juramento un total de 104 abogados y abogadas desde las Cortes de Apelaciones de Arica, Valparaíso, Valdivia, Punta Arenas y la Corte Suprema- la autoridad judicial recordó que un 20 de noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración de los Derechos del Niño y, en igual fecha pero de 1989, la Convención de los Derechos del Niño, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que han adscrito a dicho instrumento.
Sobre la importancia de esta fecha, el presidente Fuentes señaló que la finalidad es “rememorar en la comunidad el carácter especialmente vulnerable de los niños, niñas y adolescentes, siendo este el grupo humano en que en mayor medida repercuten las crisis y conflictos”.
Agregó que si bien todas las etapas de la vida son importantes “no creo equivocarme al decir que la infancia es aquel estado temporal de las personas en que no sólo se acumulan aprendizajes y habilidades cruciales para toda la vida, sino también en que se crean afectos, se experimentan emociones y se acopian recuerdos que, de ser positivos, permiten abrazar la esperanza de un futuro mejor en la adultez”.
El presidente de la Corte Suprema recordó que la Convención de los Derechos del Niño no solo consagra la plenitud de derechos y deberes de los estados para asegurarlos, sino que elementos como el amor, la comprensión, la proscripción de toda forma de perjuicio o abuso físico y mental, el derecho a ser oído y a expresar su opinión, entre otros.
“Me permito enunciar estos elementos a fin de recordarles que el ordenamiento jurídico impone mandatos claros para la debida atención de las personas que se encuentran en especial situación de vulnerabilidad, y que en el caso de la infancia y adolescencia merece una mayor atención(…)Todos esos mandatos específicos, de contenido jurídico, tienen por finalidad asegurar valores espirituales y el bienestar en esa etapa inicial de la vida, porque una infancia feliz no sólo es un derecho, es también condición para contar con ciudadanos y ciudadanas adultos íntegros, dotados de posibilidades efectivas de autorrealización y comprometidos con una mejor comunidad, que replique las experiencias positivas vividas en primera persona, para las nuevas generaciones” señaló.