25 de Mayo: se conmemora el inicio de la Independencia argentina

25 de Mayo: se conmemora el inicio de la Independencia argentina

El 25 de mayo de 1810, en Buenos Aires, se llevó a cabo la Revolución de Mayo, un proceso que culminó con la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y la formación de la Primera Junta de Gobierno. Este primer gobierno patrio, compuesto por criollos, fue un paso crucial en el camino hacia la independencia de Argentina.
El 25 de mayo de 1810 se conmemora en Argentina como el Día de la Revolución de Mayo, marcando el inicio de un nuevo capítulo en la historia del país. En esa fecha, una multitud se congregó en la Plaza de Mayo para exigir la convocatoria a un Cabildo Abierto y la renuncia del virrey.

Buenos Aires, Viernes 25 de mayo de 1810.

Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la plaza de la Victoria, actual plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda dicha afirmación, pero sí consideran factible que se hayan repartido distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando:

¡El pueblo quiere saber de qué se trata!

La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada el día anterior.

El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza. Con este fin se convocó a los principales comandantes, pero estos no obedecieron las órdenes impartidas. Los que sí lo hicieron afirmaron que no solo no podrían sostener al gobierno, sino tampoco a sus tropas, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían desobedecidos por estas.

Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y formalizase los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin embargo, resultó insuficiente, y representantes de la multitud en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del 22, exigiendo la formación de una Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de quinientos hombres para auxiliar a las provincias.

Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, «prestándose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes».[66]​ Los integrantes de la nueva Junta fueron dados a conocer al Cabildo, primero en forma de representación oral y luego, a pedido de este, en forma escrita con el respaldo de 401 firmas. Sin embargo, no hay una posición unánime entre los historiadores sobre la autoría de dicho escrito.[nota 3]

Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Julián de Leyva adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del Cabildo),

… se oyen entre aquellos las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia porque la ciudad no experimentase desastres, sería ya preciso echar mano a los medios de violencia; que las gentes, por ser hora inoportuna, se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar.[66]

El badajo de la campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Liniers tras la asonada de Álzaga de 1809. Ante la perspectiva de violencias mayores, el petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La titulada Junta provisional gubernativa de la capital del Río de la Plata —según consta en la proclama del 26 de mayo de 1810— que la tradición y la historiografía conocen como la Primera Junta, estaba compuesta de la siguiente manera:[nota 4]Archivo:Juramento de la 1.º Junta Gubernativa Argentina – Subercaseaux.JPGJuramento de la Primera Junta.

Presidente

Vocales

Secretarios

Durante mucho tiempo se consideró que el movimiento juntista de mayo estuvo muy bien planificado y dirigido por un solo grupo de hombres que integraban lo que la historiografía argentina del siglo XIX denominó “Sociedad de los Siete”. En 1941, Juan Canter, en el capítulo IX de la Historia de la Nación Argentina, tomo V, Sección I, demostró de modo fehaciente que se trataba de otro mito historiográfico repetido por “una tradición de errores” y que ocultaba lo que habían sido acciones demasiado gregarias y sin plan.[67]

Ricardo Zorraquín Becú analizó la filiación corporativa de los integrantes de la nueva Junta y su pertenencia a distintos grupos políticos: Saavedra y Azcuénaga eran comandantes milicianos; Castelli, Belgrano, Paso y Moreno eran abogados; Alberti era eclesiástico; Larrea y Matheu, importantes comerciantes. Saavedra era el jefe indiscutido del grupo miliciano, Belgrano y Castelli dirigían el grupo carlotista; Moreno, Larrea y Matheu, aunque sin tener participación activa en los días previos, habían integrado el movimiento alzaguista del 1 de enero de 1809.[68]​ Azcuénaga, según Corbellini, pertenecía al grupo conciliador.

El historiador Jorge María Ramallo, al analizar este aporte de Zorraquín Becú lo encontró “clarividente” pero con “lagunas ostensibles” y razones “poco aceptables”. Las razones de la primacía de Saavedra y el segundo lugar ocupado por Castelli eran evidentes. El tercer lugar ocupado por Belgrano se explicó por su relación con su primo segundo Castelli. Sin embargo, en su Memoria, al referirse a su nombramiento dijo: “aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto apareció una Junta de la que yo era vocal, sin saber cómo ni porqué.[69]​ En el caso de Azcuénaga, que ocupó como vocal el cuarto lugar, no resultaron claras las razones de su inclusión. Saavedra se preguntó: “Azcuénaga, ¿qué ha hecho en toda su vida con respecto a nuestra libertad?”. Groussac intentó explicar que su designación había obedecido a su “honradez”, “calidad de jefe veterano y su posición social”.[70]​ En efecto, Azcuénaga pertenecía a la aristocracia porteña. El vocal Alberti, sacerdote que ejercía el curato de San Benito de Palermo, muy bien considerado pero sin peso, ocupó el quinto lugar. El historiador Canter afirmó que fue incorporado debido a la vejez de Juan Nepomuceno Solá. Los lugares sexto y séptimo lo ocuparon Larrea y Matheu, importantes comerciantes españoles peninsulares que no tuvieron participación los días previos pero que eran antiguos partidarios de Alzaga.

El primer secretario, Paso, ingresó por su actuación en el Cabildo Abierto del día 22. La incorporación de Moreno como secretario, dado que tampoco tuvo participación activa en los días previos, dio lugar a diversas hipótesis: a) Por su vinculación con el grupo de Alzaga; b) Levene lo atribuyó, sin referencias, a la presencia e intervención inglesa en el proceso; c) Carlos Roberts, siguiendo en esa línea, lo llamó “abogado del comercio inglés” y “patriota de última hora”; d) Manuel Moreno confirmó la poca participación de su hermano en los sucesos previos y manifestó que pasó muchas horas desde su nombramiento sin saber que era secretario de la Junta. Una vez enterado tuvo varias dudas: si eran legítimos los procedimientos públicos de ese nombramiento, si tendría capacidad para afrontar las tareas que implicaba el cargo, lo difícil de ese momento, y su escaso interés en desempeñar cargos públicos.[71]

Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y toques de campana.

Fuente. Wikipedia.