Verdad científica y soberanía energética: Magallanes frente al negacionismo climático | Marcelo González Aravena, Doctor en Ciencias
El tema del Cambio Climático y cuál será el tipo de energía y qué verdad científica moverá realmente el futuro de la región más austral del planeta se ha puesto en discusión. Esto es parte de un debate legítimo sobre los fundamentos de la transición energética en Magallanes, pero lo hace desde una posición débil al usar como ejemplos afirmaciones de dos negacionistas climáticos como son Ian Plimer y Gregg Braden. Esto sería algo parecido al poner a un científico pagado por las salmoneras a escribir columnas sobre la industria salmonera en la región y su nulo impacto en el medio ambiente.
Ian Plimer, es un científico que ha planteado un punto interesante respecto del impacto del aumento del CO2 atmosférico y que por lo tanto el Cambio Climático no es un efecto provocado por el hombre, sino producto de procesos naturales. Si esta hipótesis fuera válida, podríamos poner a trabajar a estudiantes en una feria científica escolar en un proyecto o una tesis de la UMAG para un estudiante de postgrado. Lamentablemente sería una pérdida de tiempo porque la información disponible en artículos científicos, que pasaron una revisión por pares externos, sería nula. No existen papers (o estudios) que ayuden a verificar esta hipótesis o como parte de una “verdad científica”. Por otra parte, si uno busca artículos científicos con identificadores como “Dióxido de Carbono”-“Post industrial”- “1851”, se encuentran miles de artículos en las bases de datos.
Ian Plimer, geólogo australiano y figura prominente entre los escépticos del cambio climático antropogénico, no ha publicado artículos científicos revisados por pares en revistas de climatología que respalden sus afirmaciones sobre la falta de relación entre el CO₂ y el calentamiento global. En cambio, su postura se ha difundido principalmente a través de libros y apariciones públicas. Por otro lado, en la discusión es importante mencionar el trabajo de instituciones como el CR2 en Chile, además existen institutos y centros de investigación que estudian estos temas bajo diferentes aproximaciones en el Sur Austral. Algo que se nos olvida, en el año 2009 se firmó en el Glaciar Grey la «Declaración de Magallanes», suscrita por unos 40 científicos de Chile, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Australia, Brasil y Nueva Zelanda.
Es complejo y peligroso usar la opinión de divulgadores con la evidencia científica sin distinguir entre niveles de validación epistemológica. Por ejemplo, se mencionan ciclos de 12.500, 18, 60, 1.500 y hasta 10.000 años como “motores del clima”, sin explicar cómo se integran con los datos actuales de aceleración térmica postindustrial. Parecido a las afirmaciones del Sr. Dussaillant, asesor de Kast y director del centro de estudios del Partido Republicano.
La discusión en Chile ni en Magallanes, no puede pasar por opiniones de dos científicos negacionistas del Cambio Climático. Plimer afirma que “hemos sido engañados” y que el consenso climático es una “religión”, apelando a una retórica emocional que desacredita el proceso científico sin refutarlo. El cambio climático no es una religión, no es una creencia. Es un cuerpo de conocimientos, de evidencias asociado al análisis de grandes cantidades de datos, de experimentos, revisados por otros científicos que declaran en su proceso de revisión no tener conflicto de interés. Sin embrago, la Religión se preocupa de estos temas, es cosa de leer la encíclica “Laudato si” (“Alabado seas”) del fallecido Papa Francisco, publicada en 2015. La Iglesia Católica responsablemente aborda el cambio climático, la degradación ambiental y la justicia ecológica desde una perspectiva espiritual, ética y científica. Reconociendo que la ciencia es clara respecto al origen humano del calentamiento global. El Papa Francisco le regalo al presidente Donald Trump una copia de su encíclica y un mes después USA se retiró del Acuerdo de París sobre cambio climático, firmado en el marco de la COP21.
Por todo lo anterior, resulta urgente que los medios regionales asuman con responsabilidad su rol en la construcción de una ciudadanía informada, especialmente en territorios como Magallanes, donde la transición energética no es solo una promesa tecnológica, sino una decisión ética, científica y territorial. Validar opiniones sin sustento empírico como si fueran verdades científicas no solo distorsiona el debate, sino que debilita la capacidad de la región para liderar procesos sustentables con base en evidencia. En tiempos donde la desinformación se disfraza de pluralismo, es deber de las instituciones, los medios y la academia fortalecer el diálogo entre conocimiento riguroso, justicia ambiental y soberanía energética. Porque si algo debe mover el futuro de Magallanes, no es la retórica del escepticismo, sino la fuerza de una verdad construida colectivamente, con datos, con ética y con territorio.

