¿Dónde termina la aventura y comienza el riesgo?

¿Dónde termina la aventura y comienza el riesgo?

Mary-Ann Cooper – Directora Escuela de Turismo y Hotelería U. Andrés Bello

La tragedia ocurrida en el Parque Nacional Torres del Paine, donde cinco excursionistas murieron tras una tormenta inesperada, volvió a evidenciar las debilidades históricas en la gestión de nuestros parques nacionales: infraestructura insuficiente, falta de personal, instituciones debilitadas y sistemas de alerta que no siempre responden al clima extremo e impredecible de la Patagonia. Aunque su magnitud no tiene precedentes, este episodio abre una discusión mayor sobre cómo se gestiona el turismo aventura y cómo evitar que experiencias que deberían ser memorables terminen en tragedia.

Más allá de lo ocurrido, la situación invita a revisar el funcionamiento del turismo de aventura tanto en Chile como a nivel internacional. Hoy existe una necesidad evidente de avanzar hacia estándares claros en tres componentes: la clasificación de niveles de riesgo para destinos y actividades, las acreditaciones profesionales de guías y operadores, y la preparación física, técnica y mental de quienes realizan estas actividades. Estos elementos son desiguales entre países y actividades, y muchas veces existe poca articulación entre autoridades, operadores y turistas.

Este debate estuvo presente en la 10ª Conferencia de la Red Internacional de Investigación en Turismo Deportivo, realizada en Faro, Portugal. Allí se presentó el estudio “Marketing y Gestión de Destinos en el Turismo Deportivo de Aventura: El rol de las certificaciones”, que, aunque previo a esta tragedia, adquiere especial relevancia en un contexto donde el turismo aventura se masifica, y la regulación y profesionalización deben avanzar al mismo ritmo.

El turismo de aventura implica poner a prueba capacidades en entornos exigentes, y su creciente popularidad —sobre todo entre jóvenes que buscan reconexión con la naturaleza— exige mayor preparación y una gestión más rigurosa del riesgo. A ello se suma el rol del marketing y de múltiples fuentes de información que moldean la percepción del destino. Blogs, redes sociales y contenidos generados por IA a menudo entregan información fragmentada y no siempre precisa sobre dificultad, riesgos o condiciones reales, lo que afecta la toma de decisiones de los visitantes.

Por eso, alinear las capacidades del visitante con los requisitos del destino se vuelve una necesidad urgente. La falta de un marco regulatorio integrado deja el “match” entre persona, actividad y lugar a la interpretación individual, generando experiencias inseguras o insatisfactorias. Aunque no fue el caso específico de esta tragedia, operadores y guías enfrentan con frecuencia a visitantes que sobreestiman sus capacidades y ponen en riesgo al grupo.

Aquí surge el rol de las certificaciones. Existen clasificaciones de dificultad para destinos y actividades, certificaciones para guías y, en algunos casos como en navegación o buceo, certificaciones para participantes. Estas herramientas permiten evaluar habilidades y niveles técnicos antes de una actividad, pero su implementación es dispareja y sin estandarización nacional.

El mencionado estudio —basado en observaciones en 13 actividades de turismo aventura en distintos países— muestra patrones que se repiten: marketing fragmentado que atrae a personas no preparadas, búsqueda de validación social por sobre la seguridad, dificultades de los guías ante decisiones incorrectas, pérdida de cohesión grupal, riesgos logísticos y costos legales.

Para evitar que situaciones como esta se repitan, se debe mejorar la infraestructura, pero también fortalecer la evaluación, la planificación y la comunicación. Crear un marco regulatorio nacional, avanzar en certificaciones independientes y estandarizadas, implementar protocolos de información claros, profesionalizar el acompañamiento y promover una evaluación rigurosa de los turistas según la dificultad de la actividad y del destino. Además, se requiere una comunicación de riesgo que no minimice la exigencia técnica.

Estas medidas apuntan al mismo objetivo: garantizar experiencias seguras y satisfactorias, proteger a los visitantes y resguardar la imagen internacional de Chile como destino de naturaleza y aventura. La seguridad debe entenderse como una condición esencial para que el turismo aventura se desarrolle de manera responsable y consistente con su promoción.