“Adónde van nuestros jóvenes natalinos”, por Ramón Arriagada Empresario

“Adónde van nuestros jóvenes natalinos”, por Ramón Arriagada Empresario

ramonarriagadaNuestra realidad educacional todos los años nos deja sin argumentos, ello porque  una cifra cercana al cincuenta por ciento de nuestros jóvenes, luego de recibir los resultados de la PSU (Prueba de Selección a las Universidades) llegan a la triste conclusión que no podrán postular a las Universidades del CRUCH, que son las universidades que funcionan con aporte directo del Estado.

Felizmente para muchos jóvenes natalinos, imposibilitados económicamente para partir a buscar educación superior fuera de la ciudad y la región, existe la sede local de la Universidad de Magallanes y también, como opción válida, la sede universitaria de Río Turbio (Argentina) con educación gratuita y carreras relacionadas con el área minera, con buenas perspectivas de empleabilidad.  Agreguemos aquellos estudiantes que regresan a Puerto Natales, víctimas de “morriña”, palabra gallega que grafica la nostalgia, añoranza, soledad y tristeza por el suelo natal, luego de probar en una Universidad del continente.

Nuestros jóvenes natalinos en educación son periféricos, por lo tanto, discriminados por una educación que en Chile se ha ido tornando cada vez más elitista.  La marginalidad en el saber se da en los nuestros, desde el momento, que el aislamiento geográfico (región isla) trae como consecuencia un proceso, no percibido por la gran masa de la población y por las autoridades  comprometidas con la educación, denominado  como Deprivación Cultural.  Deficiencia que ha ido acortándose gracias  a la actividad turística y  al acceso  a Internet.

Hay en la atmósfera vientos gratificantes  y que están  oxigenando a la estructura educativa  y a la comunidad de  personas de este país. El debate sobre  el retorno de la gratuidad en la Educación Superior, ha traído nuevos contenidos vitamínicos al alma de Chile.  A este país, otrora líder en materia de procesos educativos y calidad de educadores,  ha llegado la vertiginosa marea de recrear el antiguo slogan de “Gobernar es educar”.

De improviso el chileno  tomó conciencia que las frías leyes del mercado no pueden invadir la educación.  Como que el festín de la educación discriminatoria, de la cual también se quisieron apropiar las élites, se acabó.   La aspiración de las clases  medias de endeudarse, estoica y silenciosamente,  sacrificando satisfacciones humanas imprescindibles, para que sus hijos se pudieran subir al ascensor de la movilidad vertical,  ha dado paso a una imparable exigencia ciudadana.   Clamor, postergado por gobiernos proclives a no perturbar a los poderosos  sin ninguna densidad académica, que vieron en el lucro, el motivo central de su “apostolado” educacional.

Se vienen momentos auspiciosos para la Educación Superior en Chile. Estudiantes que verán la preocupación del Estado por posibilitarles un futuro profesional.   Núcleos familiares sanos, sin la amenaza de la miseria productos del endeudamiento.  Jóvenes que irán felices a las aulas del saber sin sentirse culpables de las apreturas del hogar por la aspiración, hecha mandato de la “educación como única herencia”.  Profesionales agradecidos que partirán al campo ocupacional con el afán de retornar en parte  lo que el Estado les entregó. Sin las aprehensiones de los graduados de hoy,  preocupados de cumplir con las cuotas bancarias,  de una formación hipotecada.