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Morbo, sensacionalismo e ignorancia – José Luis Córdova – Opinión

Morbo, sensacionalismo e ignorancia – José Luis Córdova – Opinión

José Luis Córdova

Si no fuera por la atinada intervención de la abogado y Defensora de los Derechos del Niño, Patricia Muñoz, todo Chile se habría enterado de escabrosos y terribles pormenores de la muerte del pequeño Tomás Bravo Gutiérrez, violando su intimidad y honor. Pero fue inevitable -gracias a la TV – ver y escuchar los testimonios de las angustiadas madres la terrible muerte de dos niños de 5 y 6 años a manos de delincuentes en «encerronas» en otra balacera de carabineros, situación que se ha hecho habitual.

Los canales de televisión profitaron (prácticamente en cadena) durante 9 días de una cobertura despiadada de los acontecimientos que se desencadenaron el 17 de febrero con la desaparición del niño de apenas 3 años y siete meses en una zona rural de descontrolada explotación forestal.

La abogada Muñoz se apresuró a presentar una querella por sustracción del menor mientras miles de personas buscaban afanosamente al infante en los predios la comuna de Arauco plagada de rastrojos y los canales de TV establecían puestos fijos en los alrededores de la casa de las familias afectadas -de la madre y el padre- tras efímeras primicias y «golpes» periodisticos.

Una vez más destacan la falta de conocimientos básicos de la legislación penal, de la ética y la descarnada exhibición de morbo al entrevistar a familiares de la víctima con el objetivo de verlos llorar o desesperarse ante cámaras y micrófonos. Parientes, testigos, vecinos, voluntarios e ilustres desconocidos desfilaron en TV sin aportar nada de mayor interés para las «investigaciones periodísticas».

Tras darse a conocer el trágico desenlace por parte del fiscal José Ortiz -quien también se incorporó a la vorágine sensacionalista, entregando datos inconvenientes y por adelantado- se desataron las confusiones de términos como: última persona que vio al niño, inculpado, sospechoso, supuestos encubridores, co-autores y/o cómplices, así como entre el simple control de detención y la formalización del hasta ahora único detenido, el tío abuelo Jorge Eduardo Escobar.

Los ágiles reporteros tampoco tienen claro las diferencias entre medidas cautelares y posibles penas, en las categorías de homicidio simple o calificado, y otras que fueron adjudicadas sin mayores miramientos -prisión preventiva, arresto domiciliario, firma mensual o arraigo, en distintos casos sin conocimiento cabal de los hechos que inculparían al formalizado.

Aunque la investigación está en pleno desarrollo y el espacio para las conjeturas es cada vez menor, los canales hacen caso omisión de la presunción de inocencia y se atreven a sentenciar y condenar antes que los tribunales, gracias a ciertas filtraciones indebidas -una vez más- desde el poder judicial hacia los medios de comunicación.

No faltan las opiniones críticas a la exagerada cobertura por la desaparición de un niño -considerando que año a año desaparece un millar de menores en el país- o a los ingentes recursos humanos y tecnológicos dispuestos (incluido aviones FACH y el satélite Fasat Charlie) , todo indica que sin ellos, no habría sido posible ubicar siquiera los restos del pequeño.

La ira desatada ante los cuartes de la PDI y el penal de Concepción, condenada unánimemente por los reporteros desde los primeros piedrazos, no son más que muestras de que la gente ya no está dispuesta a seguir soportando impunidad, encubrimientos de parte de un orden donde la justicia y el poder están en total descrédito, desconfianza y cuestionamiento.

Lamentablemente los medios de comunicación también son objeto de estas críticas y los penosos ejemplos mostrados en estos días contribuyen al malestar del público, especialmente con los canales de televisión que siguen profitando sin límites del morbo, el sensacionalismo y la ignorancia.