Cuenta a la nación y del estado de la coalición | Víctor Maldonado | Opinión

El diagnóstico que se tenía previamente al discurso presidencial era el mismo que tuvo Boric y quienes redactaron la cuenta pública. Tenía que señalarse el rumbo a seguir, al tiempo que se respondía a las demandas más urgentes y sentidas de la ciudadanía; debía establecer una impronta propia del Presidente y dejar protagonismo a sus ministros.
Importaba que Boric apoyara el plebiscito como coronación de un camino institucional, sin entrar en las polémicas específicas. Debía mostrar el camino para implementar las reformas, llamando, al mismo tiempo, a un apoyo amplio más allá de las fronteras oficialistas.
Cuando la evaluación interna y externa coinciden, lo que piden los partidos oficialistas y lo que detecta las encuestas, lo que cabe averiguar es qué tanto se concretó de una lista ampliamente compartida. Las limitaciones de tiempo no fueron obstáculo. Una cuenta pensada para hora y media terminó en dos horas y cuarto. El alargue se debió tanto a razones políticas como técnicas.
Por una parte, se quiso despejar toda clase de dudas sobre la “carta de navegación”, respondiendo a muchas sensibilidades políticas. Por otra parte, es claro que el discurso fue preparado por segmentos, por lo que los reinicios y repeticiones fueron frecuentes. Faltó una “comisión de armonización”.
Los puntos fuertes de la intervención presidencial fueron: obtuvo perfil presidencial propio, identificó claramente las prioridades, les puso cronograma a las principales tareas, descartó las opciones más extremas como posibilidad.
Lo conseguido es bien importante. Boric conjugó su estampa de líder en el cambio generacional con la herencia del legado histórico de la república. Tal vez exageró al mostrarse como alumno aplicado que se había leído todos los mensajes presidenciales anteriores, pero la combinación entre audacia y humildad, entre continuidad y cambio es una buena síntesis.
Todas las tareas de la gestión quedaron asignadas y cada asignación quedó a cargo de un responsable, dejando establecidos plazos y etapas. Con esto se ha fijado el rumbo, pero cada nave tiene su capitán y ya se sabe lo que pasa si no da señales de saber llegar a puerto en cumplimiento del itinerario.
Sorprendió, eso sí, que las principales reformas fueran detalladas solo en líneas generales. Aunque las filtraciones sobre contenidos fueron mucho más precisas que los incluidos en el mensaje, no se quiso especificar. Este no es un detalle.
Boric fue preciso al desechar las proposiciones presentes en el debate interno del oficialismo que despertaban más temor, ya sea en cuanto al destino de los fondos previsionales o en el empleo de los estados de excepción, por ejemplo.
Las falencias se notan menos porque corresponde a ausencias. Hubo un llamado a la concordia en cada materia, pero no hubo un llamado central a los grandes acuerdos nacionales. En las principales reformas no se entró en detalles no porque no se quiso o porque faltó tiempo (porque lo hubo hasta para anécdotas). Boric pudo decir más, pero no pudo agregar lo que no está consensuado en su coalición, aunque ya sepa lo que quiere hacer. Por eso hay poca proyección fina. Los silencios muestran el estado actual de su coalición.