La lucha que se invisibiliza en lo cotidiano – Ingrid Melipillan – Opinión

La lucha que se invisibiliza en lo cotidiano – Ingrid Melipillan – Opinión

Me moviliza y me motiva cuando escucho, leo, observo cuando las mujeres se organizan por sus derechos, cuando la originalidad de sus manifestaciones desborda el espacio, y nos muestran que lo colectivo es la forma de avanzar. Me moviliza y me estremece, saber que podemos de distintas formas y lugares aportar para que otras mujeres se sumen y se atrevan a estar presentes, y que juntas construyamos camino, ese puente necesario en estos días tan frágiles.

Luego me conecto con mi realidad, esa del cotidiano, donde hay una lucha aún más fuerte por derribar las desigualdades, donde el feminismo no se entiende, donde la cultura patriarcal que hemos heredado y que es parte de nuestra construcción cultural nos precipita a ese cuestionamiento diario del debate, que en las redes sociales parece tan simple, pero a veces la realidad nos golpea fuerte, cando nos encontramos asumiendo todos los roles que la sociedad nos asigna sin elegirlos, cuando en la calle seguimos escuchando piropos que no pedimos ni queremos, cuando en el trabajo te acosan porque sonreíste un poco más de la cuenta y creen que eres fácil.

Siento que en el cotidiano se invisibiliza nuestra lucha, y es en ese momento, que grito con fuerzas, me enojo, y cuestiono la vida, y me doy cuenta que a pesar de los tiempos que corren y de las luchas feministas ganadas en la historia, seguimos atrapadas en una cultura que nos enseña que las mujeres son débiles y que necesitan protección, donde la responsabilidad de la crianza es de las madres (a ti te llaman del colegio si tu hija o hijo “se enfermó o se portó mal”), donde aún es extraño ver mujeres desarrollando oficios o profesiones “no tradicionales”, donde las tareas del hogar no son compartidas: te ayudan con ellas, y por ello tienes que dar las gracias porque tienes a una súper pareja.

Y claro si cuestionas un poco, eres una feminaza, histérica. Esa es una realidad que debemos abordar día a día, aún en estos tiempos. Justificar permanentemente lo que haces, incluso sentir el cuestionamiento de tu participación social, y ni pensar si eres mayor de 40 años de una familia tradicional. Solo planteó lo complejo que sigue siendo ser activista, y ahí caigo que lo cotidiano te desborda, y que una primera tarea es tu hogar. ¿A quién no le ha pasado?

Nuestro país necesita avanzar en transformaciones profundas, que están vinculadas a los cambios que debe tener nuestra propia cultura, que aún conserva una estructura machista, por ello debemos deconstruirnos para volver a empezar, la liberación de las mujeres no puede ser una utopía, nuestra lucha no es contra el hombre, es contra la sociedad que en su conjunto no quiere entender que hombres y mujeres, cuál sea su identidad de género u orientación sexual, tienen los mismos derechos, solo por ser personas, y por ende las mismas oportunidades para crecer y desarrollarse.