EDITORIAL | La descentralización pendiente | Manuel Luis Rodríguez

Desde los inicios de la transición democrática en Chile, se han producido diversos y sucesivos ensayos de descentralización, regionalización y desconcentración con resultados positivos y negativos. Chile es un país centralizado, desde el punto de su cultura administrativa y política, desde una mentalidad que a lo largo de dos siglos de historia, continúa replicando el centralismo de la capital. Ningún actor político, movimiento ni partido, se salva del peso de la tradición y la costumbre que las decisiones se tomen en las directivas nacionales, radicadas en Santiago.
En Chile, la historia parece empujar hacia el centralismo, pero la geografía empuja hacia la descentralización, hacia la autonomía.
En Magallanes pasamos desde el territorio creado a mediados del siglo XIX, a las provincias creadas en 1925 y a las regiones creadas en 1975, en un largo trayecto que nos mantiene dependientes de un Estado centralizado, donde la toma de decisiones se traslada muy gradual y lentamente a las regiones, comunas y territorios. La reciente reforma a la administración y gobierno de las regiones ha dado como resultado que cada región tiene -en los hechos- dos gobiernos: un Gobernador Regional electo por la ciudadanía y un Delegado Presidencial designado por el Presidente de la República, con una separación entre gobierno regional y administración regional y donde el avance de proyectos y programas depende de la mayor o menor afinidad y colaboración entre dos autoridades de origen y legitimidad diferente. Los SEREMIS dependen del Delegado pero son designados por el Presidente y el Ministro respectivo, pero el Presupuesto Regional depende del Gobernador que preside el CORE, pero debe ser aprobado por la DIPRES.
Es posible democratizar la descentralización y descentralizar la democracia.
Lo que asegura la unidad nacional de Chile, es el reconocimiento de su diversidad cultural, económica, geográfica y social.
Las regiones también tienen una rica diversidad de movimientos y fuerzas políticas que, con frecuencia, chocan con el centralismo de los partidos y las coaliciones. El desarrollo de las regiones depende de la descentralización y autonomía necesaria para la toma de decisiones y para desplegar la iniciativa emprendedora y creadora de trabajo, empleo e inversión según la propia capacidad y potencialidades de cada territorio. La ciencia, tecnología, innovación y creación de conocimientos, tienen mayores posibilidades en un entorno descentralizado y autónomo.
Los ciudadanos y ciudadanas de regiones reclaman y aspiran a más descentralización y una mayor autonomía en la toma de decisiones en sus territorios.
La política de las regiones, difiere de la política desde Santiago. El centralismo político lo veremos nuevamente funcionando en la próxima designación de los candidatos a Gobernador, consejeros, Alcaldes y concejales para la elección de octubre.
¿Somos capaces como Estado y como nación de avanzar desde esta descentralización a una autonomía de las regiones, que asegure un gobierno regional fuerte, eficiente y acorde con la realidad de los territorios y sus habitantes?